Don Ramón de Valle-Inclán escribió Los cuernos de don Friolera, exponente del género del Esperpento, en 1921 y la fue publicando por entregas en la revista La Pluma. En 1925 unificó todas ellas en un solo tomo y más tarde en 1930 la incluyo en lo que sería conocido como su trilogía Martes de Carnaval, que incluía también Las galas del difunto y La hija del capitán.
En Los cuernos de don Friolera, Valle Inclán presenta una trama de tragedia de honor deformada desde la estética del esperpento en la que se deforma sistemáticamente la realidad, recargando sus rasgos grotescos y absurdos, se plasma la sordidez, la crueldad y degeneración del ser humano a la vez que se degradan los valores literarios consagrados. Azorín consideraba que Los cuernos de don Friolera constituye la obra maestra de la modalidad esperpéntica y es una de las obras más perfectas de su autor.
En la obra se cuenta la desdicha del teniente Astete conocido como Don Friolera, un militar condecorado que recibe un anónimo avisándole de que su mujer le engaña. Vuelto loco por los celos de su frívola mujer, doña Loreta, tentada por un chulapo de medias tintas y vecino, el barbero Pachequín, e instigado por un malintencionado vecindario, trama tomar venganza. La hija de ambos, Manolita, entra en escena justo cuando el supuesto "cornudo" va a matar a los inocentes amantes, amansando las iras de su padre. Sin embargo la presión de sus colegas militares le ofusca en lo más hondo de su orgullo, y recurriendo a un ancestral código del honor, y pistola en mano, se conmina a cometer el crimen.
En Los Cuernos de don Friolera se retrata una España de principios del siglo XX en la que Valle-Inclán critica los prejuicios morales de la pérdida del honor por "los cuernos"; por eso pretende, y logra con suma ironía, burlarse de sus personajes y de sus comportamientos de folletín sainetero, en una parodia satírica sin precedentes, que provoca risas crueles y desatadas sobre la tradición machista de los españoles.
Desde 1926 en que ser representó por primera vez la obra por el grupo El Mirlo Blanco, son varias las veces que este esperpento ha sido representado en los teatros españoles. A pesar de que estuvo prohibida durante la dictadura franquista, Juan José Alonso Millán la puso en escena en el Teatro Romea de Murcia en una única función a puerta cerrada en abril de 1959. Ocho años después se representó por el Teatro Español Universitario, bajo la dirección de José Manuel Garrido. En 1976 la dirigió, José Tamayo con Antonio Garisa como Don Friolera y en 1995 Mario Gas pone por primera vez en escena las tres obras que integran Martes de carnaval en el Teatro María Guerrero, con Juan José Otegui, como Don Friolera. Ángel Facio la repuso en el Teatro Español en 2008, el mismo año en que José Luis García Sánchez realizaba una versión para Televisión Española con Juan Luís Galiardo como don Friolera.
Ahora podemos verla en la Sala Verde de los Teatros del Canal, desde el 4 al 23 de marzo. Con dirección y adaptación de Ainhoa Amestoy, que ha sabido captar perfectamente la ironía de Valle-Inclán, y un elenco formado por Roberto Enríquez (Don Friolera), Nacho Fresneda (Pachequín), Lidia Otón (Loreta), Iballa Rodríguez (Manolita) y Ester Bellver, Pablo Rivero Madriñán, José Bustos y Miguel Cubero, que se ocupa de abrir y cerrar la obra, dando paso a la burla y la tragedia.
Fotografías © Conchita Meléndez
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