Los nacidos después de 1992 tal vez ni siquiera sepan que hubo una vez un país llamado Yugoslavia, que en realidad tuvo una corta duración como tal. No llegó ni a un siglo desde su creación recién acabada la primera guerra mundial. Y entre medias ya tuvo sus altibajos. Pero no es de Yugoslavia de lo que nos habla la recién estrenada obra de Juan Mayorga en su feudo, el Teatro de la Abadía. Aunque si utilizamos el país como metáfora podríamos encontrar ciertas similitudes, ya que se trata de una obra de encuentros y desencuentros, de tristezas y de soledades.
La ficción sucede entre cuatro espacios que conviven en el escenario más allá de la escenografía: un bar, una casa, una ciudad y un mapa. Lugares y no lugares que los personajes habitan e imaginan y que ya comienzan a tomar forma. "Para la construcción de esos espacios son fundamentales las decisiones que estamos tomando sobre la escenografía -que firma Elisa Sanz-, el sonido -de Jaume Manresa- y la luz -de Juan Gómez-Cornejo-", señala el director acerca de su colaboración con grandes profesionales para esta producción del Teatro de La Abadía, para la que vuelve a contar con dos creadores arraigados a la institución en su treinta aniversario como son Elisa Sanz y Juan Gómez Cornejo.
Se trata del tercer montaje del dramaturgo y director Juan Mayorga para el Teatro de La Abadía desde que es director artístico. Sus anteriores trabajos en esta casa han sido María Luisa (2023), cuyo estreno en La Abadía vino sucedido por una gira europea y La colección (2024), que convocó sobre el escenario a dos grandes intérpretes como son José Sacristán y Ana Marzoa. En estos 30 años de historia también se recuerdan textos como Hamelin, con Blanca Portillo, Alberto Sanjuan, entre otros, y dirección de Andrés Lima, La tortuga de Darwin con Carmen Machi y puesta en escena de Ernesto Caballero e Intensamente azules, su quinto montaje como director protagonizado por César Sarachu.
El tema de la obra comienza a desarrollarse en un bar, el típico bar de barrio donde los camareros son algo más que camareros, donde hay una camaradería entre ellos y los clientes, en donde siempre hay historias que contar y que escuchar. Un bar como El Tranvía, que fue propiedad del abuelo de Mayorga y en el que el pasó muchos ratos siendo niño.
Martín (Javier Gutiérrez) , un camarero, observa cómo un cliente, Gerardo (Luis Bermejo), ayuda a otro hombre a levantarse tras perder su empleo, lo que provoca en Martín una reflexión sobre su propia vida y la tristeza de su esposa. Martín completamente enamorado de Ángela (Natalia Hernández) se siente impotente para ayudar a su mujer, quien no acepta ayuda profesional y pide ayuda a Gerardo, le pide que siga a su esposa, que hable con ella, que lleva callada mucho tiempo, sumida en una terrible melancolía que la lleva a deambular por la ciudad con un mapa en la mano en busca de un lugar donde se reúnen “los yugoslavos”. Solo ese cliente podrá saber qué le pasa a su mujer. Sin embargo en la búsqueda de la verdad se verá también implicada Cris (Alba Planas), hija de Gerardo.
Los personajes protagonistas son dos hombres que intercambian palabras y dos mujeres que intercambian mapas. Pero también es una obra de objetos perdidos, de personajes que nos recuerdan a otros del corpus de Mayorga, de un padre y su hija, del rugir de una ciudad, de un bar sin cocinero. Una función en la que ningún personaje pisó Yugoslavia. El título alude a un lugar donde se "juega de verdad y las mujeres bailan", un espacio donde quizás se reúnan personas que tendrían en común haber nacido en un país que ya no existe. ¿De dónde son las personas de los países que ya no existen? ¿A dónde vamos cuándo la vida que vivimos se desintegra y ni siquiera sabemos qué es lo que estamos buscando?
Los yugoslavos estará en el Teatro de la Abadía de Madrid del 22 de mayo al 6 de julio y la mayoría de las entradas ya están vendidas.