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miércoles, 24 de enero de 2024

LA ROSA DEL AZAFRÁN, UNA ZARZUELA MUY MANCHEGA


De la mano del director de escena Ignacio García y el director musical José María Moreno, La Rosa del Azafrán vuelve a escucharse sobre el escenario del Teatro de La Zarzuela 21 años después de su última representación. La obra cumbre de Jacinto Guerrero, con libreto de Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw Iturralde, se estrenó en el Teatro Calderón de  Madrid el 14 de marzo de 1930 y estuvieron en el reparto del estreno, Felisa Herrero como Sagrario y Emilio Sagi Barba como Juan Pedro. 



En esta ocasión la obra contará con dos repartos excepcionales que incluyen algunas de la voces más reconocidas del género, como son las de Yolanda Auyanet, Carmen Romeu, Juan Jesús Rodríguez, Rodrigo Esteves, Carolina Moncada, o el especial talento interpretativo de Ángel Ruiz, Juan Carlos Talavera, Pep Molina, Emilio Gavira o Chema León. Además el director ha contado con la colaboración de Vicky Peña –Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes- en el papel de la casamentera Custodia y el maestro de maestros Mario Gas como Don Generoso.



Con una escenografía realizada por Nicolás Boni y la iluminación de Albert Faura, los que ya hemos podido disfrutar de la representación nos hemos visto trasladados a esos campos manchegos en los que el sol y las espigas imponen su presencia, o al menos la imponían en la época en la que se desarrolla la historia. También el vestuario de Rosa García Andújar nos retrotrae a aquellos años. En esta versión de la obra de Guerrero, en la que se ha respetado tanto el libreto original como la música del maestro todo parece estar redondo y eso es sobre todo gracias a la dirección de Ignacio García que ha sabido inculcar en todo su equipo ese sentimiento que él tiene y sobre el que reflexiona de que las zarzuelas de la Edad Dorada que están ligadas a distintas regiones de nuestro país, “convirtiéndose en verdaderos himnos, símbolos y retratos emocionales de esos territorios”. ». En ‘La rosa del azafrán’, tanto la partitura como el libreto «destilan la esencia de esa tierra, la nobleza de sus gentes y de su historia, y la vida de sus campos», donde hay «un hueco para la literatura clásica, con el Quijote y sus molinos, y con ‘El perro del hortelano’, sus celos irracionales y sus conflictos de clase».



Todo el reparto no solo cumple con su cometido sino que lo sobrepasa con ganas y nos deleita con sus interpretaciones, arrancando aplausos del público casi desde los primeros compases de la obra. Me gustaría destacar a la cantante de música popular Elena Aranoa, garganta y corazón del pueblo con mayúsculas, que va introduciendo los diferentes cuadros de la escena con la propia y genuina raíz musical de la tierra y a Ángel Ruiz, un maravilloso tenor cómico  en el papel de Moniquito, que pone la nota lúdica y divertida en la historia y hace sonreir al público en todas sus intervenciones. 



La Rosa del Azafrán, escrita en dos actos, se desarrolla en un pueblo de la Mancha a finales del siglo XIX. 

La obra da comienzo en la casa de unos acomodados labriegos, se celebra el santo del amo. Entre los mozos y pastores que lo festejan está Juan Pedro, joven formal que corteja a Catalina; como también hace Moniquito, que es rechazado por esta. También acude a la fiesta el anciano don Generoso, antiguo dueño de la casa que por causa de la muerte de su hijo vive en su locura quijotesca. El ama Sagrario defiende al anciano de las burlas. Catalina cuenta al ama que Juan Pedro —gañán forastero que ha llegado para trabajar en la venta y que no ha conocido a su padre— le ha pedido una cita; Sagrario aprueba la relación ya que tiene una buena opinión del joven —y se siente atraída por él— pero, al no considerar adecuado que los novios duerman bajo el mismo techo antes de la boda, exige a Juan Pedro que se marche. Sagrario llama a Juan Pedro y le pregunta cómo explican los hombres el amor, pues ella no lo ha vivido nunca por ser muy orgullosa. El ama lanza una indirecta al joven. Catalina comprende los sentimientos del ama y decide rechazarle, por lo que ya no tendría que marcharse, pero el ama insiste en que se vaya. Juan Pedro y el resto de mozos salen de noche a rondar a las mozas. Más tarde, en la casa están mondando la rosa del azafrán, labor en que cada moza trabaja con su amado. Sagrario, que, como de costumbre, trabaja sola, confiesa a Custodia su amor por Juan Pedro. Éste llega hasta el lugar y, cuando todos esperan que dirija una copla a Catalina, canta al ama Sagrario. Al oír la copla ella cree que se trata de una burla y ordena suspender el trabajo y que todos se marchen. Y a partir de ahí comienzan los enredos en que las parejas se buscan y se separan según soplen los vientos. 



La Rosa del Azafrán, se estrena mañana día 25 y estará en cartel hasta el 11 de febrero y estoy segura de que llenará la sala en todas y cada una de sus catorce representaciones porque sin duda merece la pena ir a verla. 


Fotografías de © Conchita Meléndez

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