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miércoles, 9 de marzo de 2022

TEA ROOMS UNA OBRA SOBRE LA REALIDAD DE LAS MUJERES DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX


Laila Ripoll, directora artística del teatro Fernán Gómez, ha presentado Tea Rooms el primer montaje de producción propia que ella versiona y dirige. Tea Rooms es una obra de Luisa Carnés que se podrá ver del 10 de marzo al 24 de abril de 2022 en la Sala Jardiel Poncela y que trata de exponer la situación de la mujer trabajadora en los años 30.


La obra, desarrollada a través de las propias experiencias de la autora que trabajo durante un tiempo en los salones de Viena Capellanes de la céntrica calle de Arenal en Madrid, traza un relato construido a partir de unos personajes claramente definidos, expuestos con humanidad y comprensión. Por todo ello la adaptación al teatro ha sido natural, ya que la historia se entreteje a partir de las conversaciones, los anhelos y los sueños de estas muchachas que poseen caracteres y personalidades magistralmente retratadas.


El montaje se desarrolla en la trastienda de un famoso salón de té de Madrid, cercano a la Puerta del Sol, con la intención de que el ambiente invada todo el espacio y rodee al espectador, sumergiéndole por completo en la atmósfera del salón. La juventud, la alegría, la energía de los personajes contrasta, a veces, con sus tristezas, con la desgracia imprevista, con los sueños por cumplir y también con los que no se cumplirán nunca. En definitiva, un texto que conserva una vigencia absoluta y en donde nos podemos ver reflejados.

Cada uno de los personajes, todos mujeres y algún hombre que se menciona pero que no aparece en escena, tienen personalidades muy definidas y distintas entre si. Antonia es la más veterana, una mujer sabia y callada, compasiva; Teresa, la encargada, el perro fiel, siempre defendiendo a la empresa y que mantiene un affaire con el encargado; Marta, la más joven, a la que la miseria ha vuelto valiente y decidida y a la que la vida le obliga a actuar de forma temeraria; Laurita, la protegida del dueño, frívola y despreocupada, también soñadora; Matilde, el alter ego de la autora. Todas ellas son mujeres acostumbradas a obedecer y a callar, acostumbradas a estirar un jornal que no da ni para comprar un billete de tranvía. Son mujeres que sufren, que sueñan, que luchan, que aman. Y de fondo un Madrid convulso y hostil, enorme y vivo. 


En su obra literaria Luisa Carnés retrata la sociedad de la II República, pero sobre todo representa la doble explotación de las mujeres. Su novela Tea Rooms, que es también la primera puesta en escena de un texto suyo, sirve de marco para analizar la importancia del compromiso político y social presente en su obra escrita y su figura como voz fundamental para acercarnos a la realidad de las mujeres españolas de comienzos del siglo XX. 


Luisa Carnés, también conocida por los pseudónimos de Clarita Montes y Natalia Valle, una gran desconocida para muchos, se consagró como la gran novelista de la generación del 27 con su novela Tea Rooms. Nacida en una humilde familia madrileña en 1905 como la mayor de seis hermanos, a los 11 años tuvo que abandonar la escuela, como tantas otras mujeres de la época, para entrar a trabajar en un taller de sombrerería de una tía suya, trabajo que dejó para pasar al obrador de una pastelería. En 1923 cogió la pluma por primera vez para hacer un cuento y en 1928, mientras trabajaba como telefonista o mecanógrafa en la casa editorial Compañía Iberoamericana de Publicaciones, publica su primera obra, Peregrinos del calvario, una colección de narraciones breves, a la que seguiría su primera novela, Natacha, ambientada en un taller textil similar al que ella conocía. Poco después entró a trabajar como camarera de un salón de té y de esa experiencia saldría Tea Rooms (1934), que fue recibida con entusiasmo por la crítica de la época. Gran parte de su obra está imbuida de su ideología, pues fue militante del PCE y apoyaba a Clara Campoamor en su defensa del sufragio femenino. 



Defensora activa de la causa republicana, al estallar la Guerra Civil escribió artículos y teatro de combate en su defensa que estrenó con Rafael Alberti hasta que pasó a Francia por La Junquera; se libró de ir a parar a un campo de concentración gracias al ofrecimiento del presidente mexicano Lázaro Cárdenas, y así terminó exiliada en 1939 en México embarcándose en el famoso trasatlántico Veendam junto con un puñado de intelectuales republicanos, donde siguió escribiendo y trabajó como periodista, oficio que ya había practicado en España por un corto período de tiempo. Allí permaneció hasta su muerte en marzo de 1964 en un accidente de automóvil. Durante la República formó parte del grupo de periodistas que destacó en la prensa madrileña. Practicó un periodismo de inmersión en aspectos poco conocidos de la realidad, buscando el lado humano y trasladando a sus escritos la respuesta a cuestiones que preocupaban al pueblo.  En Mexico Carnés comenzó a trabajar en la radio. Como exiliada y militante comunista y feminista colaboró en distintas publicaciones Romance (1940), España Popular (1942), Nuestro Tiempo (1947), España y la Paz (1951), Juventud de España y Mujeres Españolas (1951), órgano de la Unión de Mujeres Antifascistas Españolas, publicación de la que fue directora. También trabajó en la gran prensa mexicana: El Nacional, La Prensa, Novedades y la revista Noticias Gráficas, donde solía firmar con el seudónimo de Clarita Montes. Allí, en México,  permaneció hasta su muerte en marzo de 1964 en un accidente de automóvil. Tras de sí dejó un corpus literario de una decena de novelas, una sesentena de cuentos, trescientas piezas de teatro y centenares de crónicas.


La ficha artística de la obra la forman Paula Iwasaki, María Álvarez, Elisabet Altube, Clara Cabrera, Silvia de Pé y Carolina Rubio, en la interpretación y con la música original de Mariano Marín, vestuario de Almudena R. Huertas, escenografía de Arturo Marín Burgos, diseño de iluminación Luis Perdiguero y vidoescena de Emilio Valenzuela. Todo ello bajo la dirección de Laura Ripoll, directora artística  del teatro Fernán Gómez. 


Fotografías de: © Conchita Meléndez

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