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martes, 21 de marzo de 2023

OPS, EL ROTO, RÁBAGO. UNA MICROHISTORIA DEL MUNDO


Si estás en Madrid de visita o si vives aquí y tienes una mañana o una tarde libre y quieres disfrutar de la oferta cultural que te ofrece la capital, una muy buena opción sería pasarte por el Círculo de Bellas Artes  porque en este momento se puede disfrutar allí de una variada selección de muestras que incluye la fina ironía de un removedor de conciencias, una exposición de arte africano y una instalación audiovisual del filósofo Boris Groys.

Seguramente más de una vez has disfrutado de las viñetas de El Roto mientras leías el periódico pero si hablamos de OPS o de Rábago ¿Sabrías decir quiénes son? Pues bien todos ellos son uno mismo y es que  Andrés Rábago, ha adoptado distintos nombres a la hora de firmar su trabajo a lo largo de su vida. 



El Círculo de Bellas Artes expone en su sala Goya   OPS, El Roto, Rábago. Una microhistoria del mundo, una de las muestras más completas sobre el trabajo de Andrés Rábago que se han exhibido hasta el momento. La exposición reúne más de 200 piezas pertenecientes a los tres heterónimos e incluye series tan destacadas en su producción como Bestiario de OPS, No se puede mirar y Oh, la l’art de El Roto y trabajos destacados del pintor Rábago tanto en lienzo como en papel. Se trata, en definitiva, de un homenaje a la obra de uno de los artistas más sobresalientes de nuestro país.   



 A lo largo de una trayectoria que abarca medio siglo, en la obra de Andrés Rábago se pueden rastrear temas, motivos y símbolos que han persistido, con variaciones, en la producción de sus tres heterónimos y que inciden en distintos aspectos de la realidad, plasmados de diferentes maneras (el bosque, los pájaros, la vigilancia, la familia, la figura del doble, las guerras, el arte, los sombreros, etc).

La mirada de OPS los recoge desde un punto de vista crítico y mordaz, que retrata el inconsciente de una época y un país ―los últimos años de la dictadura franquista― y pone en tela de juicio su herencia ideológica y sus consecuencias. Se sitúa en un contexto estilístico próximo al surrealismo y al movimiento Pánico. Las imágenes generalmente carecen de palabras, obedeciendo a un silencio impuesto por la censura.      


Los dibujos de El Roto se aproximan en ocasiones a la poética beckettiana del absurdo a través de un deslumbrante y paradójico uso del lenguaje; de hecho, muchos de esos textos podrían recogerse en un libro de aforismos y funcionar de manera autónoma. Su enorme corpus de imágenes, que dio comienzo a mediados de los años 70 y se extiende hasta nuestros días, denuncia los abusos de poder, subraya las taras ideológicas aún presentes en nuestro país heredadas de la dictadura y cuestiona los postulados actuales del neocapitalismo y la sociedad digital.     

El tercer heterónimo es el pintor Rábago, que se sitúa en una zona próxima a lo espiritual y se ocupa de los aspectos que trascienden la mirada automática y superficial de lo que convencionalmente se denomina «realidad».    

Las tres vertientes plásticas de Andrés Rábago se hilvanan en la muestra a través de unos textos breves de ficción a los que el espectador puede acceder gracias a un código QR. Todo se repite, pero en otro nivel y con otro significado, gracias a las resonancias que despliegan unas imágenes sobre otras.   



En un aspecto completamente diferente podremos disfrutar en la sala Picasso de la muestra de Arte Africano, Metamorfosis del ser  , con   una selección de alrededor de 300 objetos pertenecientes a la colección Sánchez Ubiria, excepcional por la presencia de una secuencia de obras que ilustra, sin ningún vacío, la continuidad cultural y artística en la cuenca del río Níger desde el s. VI a.C. hasta comienzos del siglo pasado.




La muestra se divide en tres secciones siguiendo un criterio geográfico: la primera está dedicada a Nigeria y Camerún, la segunda, a África Occidental, y la tercera, a África Central. El punto de partida temporal de esta exposición son las primeras figuras de terracota que se produjeron al sur del Sahara, en las inmediaciones del río Níger: las obras de Nok, Sokotó y Katsina se remontan al s. VI a. C. y llegan hasta el s. VI d.C. También en el Níger, entre los siglos XII y XVII, al abrigo de las rutas comerciales que se dirigían hacia el Magreb, surgieron en Mali una serie de culturas, como la de Djenné, Segú ó Bankoni, cuyas obras son ejemplo de la creatividad y del poder de abstracción de sus artistas. La influencia de la cultura de Nok se deja ver en las obras de Ifé, Benín, los yoruba y sus contemporáneos. Por su parte, las culturas del delta interior del Níger influyeron en las culturas dogón, bambara, mossi y senufo, por citar algunas. En la zona de Costa de Marfil y Ghana, los pueblos akan, sobre todos los ashanti, tuvieron en los siglos XVII al XIX una época de prosperidad debido al tráfico de esclavos y oro, tráfico que también benefició a los fon, del antiguo reino de Dahomey. Más al sur, en los alrededores del río Congo, ya sea en la cuenca congoleña o en las poblaciones de la sabana subecuatorial, surgieron culturas con importantes producciones artísticas, como los fang, punu, kota, kongo, kuba, kete o los songe. Finalmente, África Oriental está representada, entre otros, por la cultura Konso de Etiopía y los makonde de Tanzania.


Pero aún hay más porque en la coqueta sala Minerva de la planta de abajo se exhibe la muestra BORIS GROYS. PENSANDO EN BUCLE, donde  el filósofo, curador y artista alemán utiliza imágenes de diferentes películas y documentales con las que elabora tres collages fílmicos que combina con ensayos propios. Manuel Fontán del Junco es el comisario de esta exposición, que se presentó en el Palau de la Virreina en 2021. “En estos trabajos de Groys se produce una mezcla total que profundiza en esa iconosfera en la que vivimos y muestran la claridad de quien se mete al fondo de los debates contemporáneos y plantea de manera sencilla verdades profundas”, ha explicado.

Y después de un chute de cultura como el que acabas de darte es posible que te apetezca tomar una refrescante cerveza o incluso comer algo y para ello que mejor que pasarte por La Pecera o subir a la terraza desde la cual podrás disfrutar de las mejores vistas de Madrid. No me negarás que es un plan redondo. 

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