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sábado, 6 de octubre de 2018

LA FUNDACIÓN MAPFRE REDESCUBRE EL MEDITERRÁNEO

 Joaquín Sorolla. ¡Al agua!, 1908

En el transcurso del siglo XIX al XX, el Mediterráneo como espacio geográfico, pero también como cultura, como paisaje y como  idea, llegó alcanzar un protagonismo inédito hasta ese momento en Europa. La Fundación Mapfre ha reunido por primera vez en una exposición a todos aquellos artistas que desde distintos países, y a pesar de su aparente heterogeneidad, hicieron del Mediterráneo el eje central de sus obras.

La exposición que podrá verse en la Sala Recoletos de Madrid desde el 10 de octubre hasta el 13 de enero de 2019, reúne 138 obras de 41 artistas entre los que se encuentran figuras tan destacadas como Sorolla, Joaquim Sunyer, Anglada Camarasa, Monet, Giorgio de Chirico, Matisse o Picasso.


Joaquím Mir. Decoración de la Casa Trinxet [fragmento], 1903

La exposición quiere hacer un recorrido por aquella pintura que, con sus distintas peculiaridades, convirtió, durante aquel período, el Mediterráneo en motor  de renovación del arte. Un modo de reconciliar el pasado con un presente cambiante y lleno de contradicciones, en nombre de un clasicismo que se inscribe por derecho propio en la modernidad. De un modo u otro, los artistas presentes en la muestra adoptaron el Mediterráneo, sus aguas, su luz y su cultura como uno de los motivos principales de sus composiciones, marcando un momento decisivo dentro de la evolución del arte y deleitándose en un instante de armonía, de paz y de belleza en el curso de las tantas veces atormentada historia del arte moderno.

Giorgio de Chirico. Las musas de vacaciones, 1927


La muestra que está articulada en seis secciones se abre con España, donde el motivo del Mediterráneo es utilizado de modo natural. Los pintores que viven en la costa tratan el tema como lo que es para ellos: un espacio en el que estar, pasear, jugar, comer, bañarse o reflejar sus luces y colores, es decir que lo ven como un lugar para el trabajo y a su vez también un lugar para el placer. Podemos observarlo especialmente en las pinturas de los artistas del litoral valenciano, como Joaquín Sorolla, Cecilio Pla o Ignacio Pinazo. Para otros, como aquellos que representan el movimiento noucentisme de Cataluña, con Joaquín Torres-García, Togores y Joaquim Sunyer a la cabeza, significa además una seña de identidad, creando incluso un ideario y una imagen nacional basada en paisajes tranquilos y equilibrados, símbolos de una catalanidad que busca en la tierra y, por lo tanto, en la cultura mediterránea su razón de ser.

Joaquím Sunyer. La primavera, 1915

Ajenas a esa búsqueda identitaria, pero también fascinados por el paisaje mediterráneo, en este caso de las islas, Joaquín Mir y Anglada Camarasa encuentran en Mallorca un marco en el que reflejar un universo propio, casi mítico, donde los colores y la luz transforman sus obras creando pequeños mundos protagonizados por la naturaleza.

Del mismo modo las obras de Giorgio de Chirico, Alberto Savinio, Carlo Carrá y Massimo Campigli parecen inherentes a la cultura mediterránea. Más allá del tema o de la escena que representan, está la idea que cada uno de estos artistas traslada a sus pinturas, como si se tratara de recuperar un pasado mítico que por derecho propio les pertenece.

Henri Matisse. Figura con sombrilla, 1905


En Francia el Mediterráneo se redescubre sobre todo, como tema. Son muchos los pintores franceses que, animados por las posibilidades que brindan las nuevas líneas de ferrocarril, se dirigen al Midi en busca de nuevas fuentes de inspiración, fascinados por la luz y los colores del mar. De este modo el sur de Francia que durante mucho tiempo fue una mera etapa en el camino de Roma, se convierte ahora en el destino de Cézanne, Van Gogh, Matisse,  Bonnard o Renoir. 

 Vincent van Gogh. Las caravanas, campamento gitano cerca de Arlés, 1888

Por supuesto en esta cuidada selección de autores no podía faltar Picaso porque ¿Quién sino Picasso es la encarnación de este Mediterráneo real, soñado, quimérico o mítico? El Mediterráneo es el centro de su creación incluso cuando el pintor se aleja de ella. Y fue, sin duda, para reencontrarse con el Mediterráneo, con su luz y también con la historia de la que es portador este mar matricial, por lo que decidió instalarse junto a él  después de la guerra mundial. Es en ese período cuando el pintor recuperó la afición por la Antigüedad que había marcado  su período de los años veinte, conocido como el de “la vuelta al orden”. La Antigüedad resurgió no tanto en la indagación de las formas clásicas como en la iconografía.
 
Pablo Picasso. Los pichones, Cannes, 1957


Con Picasso, si duda uno de los más grandes pintores del siglo XX, se cierra el capítulo de una historia que convirtió el Mediterráneo en el monumental taller de unos artistas que dejaron huella duradera en el territorio con el que hoy se les identifica.



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