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martes, 2 de octubre de 2018

"Detrás de la puerta, invisible, otra puerta." Dorothea Tanning


El Museo Nacional de Arte Reina Sofía mostrará en sus salas a partir del 2 de octubre y hasta el 7 de enero de 2019 la obra de la artista surrealista Dorothea Tanning. Esta muestra será la primera retrospectiva que se realiza de su extenso trabajo y ofrece una nueva perspectiva de la extraordinaria carrera y visión de Tanning tras varios años de investigación de la comisaria Alyce Mahon.

La muestra, que cuenta también con la colaboración de la Comunidad de Madrid, incluye más de 150 obras de arte creadas entre 1930 y 1997 -muchas de ellas nunca antes vistas por el público-, procedentes del colecciones privadas y de instituciones como el Centro Pompidou de París, la Tate Modern de Londres o el Museo de Arte de Filadelfia. Todo este conjunto permite documentar la gama de medios y expresiones utilizados por Tanning: pinturas, dibujos, collages, esculturas e instalaciones.


Como figura central de la vanguardia internacional con una enorme influencia en el arte y el diseño contemporáneos, Dorothea Tanning creía en el poder del arte para crear espacios, sensaciones e ideas más allá de lo real.

En sus memorias, Between Lives: An Artist and Her World (2001), Dorothea Tanning explicaba que, con sus pinturas, había querido “llevar al observador  hasta un espacio donde todo se oculta, se revela, se transforma súbita y simultáneamente; donde se pueda contemplar una imagen nunca vista hasta ahora que parezca haberse materializado  sin mi ayuda”. Por eso el motivo de la puerta simboliza esta ambición y regresa repetidamente en su obra. Es el concepto en torno al cual gira la exposición: Una puerta detrás de otra puerta dará paso a nuevas puertas tras las que todo se esconde o todo se muestra.
 


En una entrevista celebrada en 1974 con el crítico francés Alain Jouffroy Tanning explicaba que su primer arte exploraba "este lado" del espejo o de la puerta, mientras que su arte posterior se dirigía al "otro", ofreciendo un "vértigo perpetuo" en el que una puerta, visible o invisible, conducía a "otra puerta".

La puerta no es simplemente un umbral en el arte de Tanning, sino una invitación a aventurarse más allá de lo real  y  a  entrar  en  un  mundo  de  sueños  y  miedos.
Asistimos a una perspectiva interminable que no pretende alienar sino seducir al espectador.




Dividida en ocho secciones temáticas, la exposición se abre con un delicado autorretrato a lápiz de 1936 y termina con un autorretrato tardío, Woman Artist, Nude, Standing (1986). Y además de sus pinturas incluye dibujos, cuadernos de poemas, diseños para el mundo del ballet o del teatro y sus famosas esculturas blandas.

A mediados de los años sesenta, Dorothea Tanning sacó su vieja máquina de coser Singer y empezó a trabajar en una serie de esculturas blandas, confeccionadas con telas compradas en una tienda de oportunidades y con otros objetos encontrados. Con ayuda de elementos tan cotidianos como el relleno de lana, el tweed, la piel sintética o las piezas de un rompecabezas, activó el objeto banal, doméstico y lo convirtió en fetiche, y el espacio interior en un espacio de posibilidad surrealista.





Dorothea Tanning se casó en 1946 con Max Ernst, en una ceremonia de boda conjunta en Hollywood con Man Ray y Juliet Browner. Una de las salas de la exposición, Partidas de Ajedrez, se centra en su relación con él  y su amplio círculo de amigos, incluyendo a Joseph Cornell, Leonor Fini y Konstanty Jeleński, Marcel y Teeney Dhamp, Julien Levy y Muriel Streeter, Yves Tanguy y Kay Sage.

En esta sección se reúnen pinturas, colaboraciones cinematográficas y correspondencia relacionadas con el ajedrez, juego descrito por Tanning como "algo voluptuoso, cerca de los huesos". El ajedrez es un juego de habilidad y azar y Tanning y Ernst compartieron su pasión por él.




Tanning colaboró con el coreógrafo ruso George Balanchine creando para él una serie de  trajes y escenografías, que formaron parte de las representaciones de Night Shadow -La sombra nocturna- (1946), The Witch - La bruja- (1950) y Bayou (1952). La muestra incluye algunos de los bocetos así como pinturas al óleo en las que surge un nuevo sentido del movimiento.

En las vitrinas del recinto podemos ver sus cuadernos en los la artista derramó sus pensamientos y sus poemas como el titulado La jerga del arte.



Si el arte pudiera hablar, se mostraría por fin
tal y como es en realidad, y nos revelaría lo que ardemos en deseos de saber.
Nuestras certidumbres, después de bostezar aburrida,
en un minuto las barrería y las escondería bajo la alfombra:
certidumbres consagradas, tan absurdas como el acto de esconder el polvo
bajo la alfombra. Ha llegado el momento de escuchar, queridos.
Por fin, el arte tomaría la palabra, cubriría el cielo como una boca,
se aclararía la garganta convulsa, mientras el fulgor y el estruendo
se desata sobre su voz: una avalancha de estrellas fugaces y
visiones alborotadas, reforzada por el susurrante estrépito
de los sonidos que escucharíamos mientras desciframos sus augustas palabras:
“abcdefghijklmnopqrstuvwxyz”.            

 


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