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martes, 26 de septiembre de 2017

ZULOAGA EN EL PARÍS DE LA BELLE ÉPOQUE



FUNDACIÓN MAPFRE
Paseo de Recoletos, 23  MADRID
Del 28 de Septiembre de 2017 al 7 de Enero de 2018

Ignacio Zuloaga. Retrato del artista con capa y sombrero, 1908

Ignacio Zuloaga había estudiado a los grandes maestros en el Prado y sentía verdadera pasión por Claudio Coello, José Ribera, Velázquez, Goya y sobre todo por el Greco. A los 18 años consiguió permiso de su padre para trasladarse a estudiar a Roma con el poco dinero que le dio su madre a escondidas.  Pero Roma le decepcionó, no estaba hecha para él. En las escuelas de arte  y los estudios de Vía Margutta y del Popolo triunfaba el frívolo y bien pagado manierismo de los cuadros  de género al estilo Fortuny. No era lo que Zuloaga buscaba y solo y en la miseria viajó y se instaló en París.
 
Ignacio Zuloaga. Mujer de Alcalá de Guadaíra, 1896
 
Ignacio Zuloaga. Celestina, 1906

La exposición que nos ofrece la Fundación Mapfre, comisiarada por Leyre Bozal Chamorro  y Pablo Jiménez Burillo, muestra  una nueva  visión del pintor,  cuya  obra,  que  en  gran  parte  se  desarrolla  en  el París  de  cambio  de  siglo, se  encuentra en perfecta sintonía con el mundo  moderno en el que se inscribe,  tanto  temática como  formalmente. Pues la pintura de este artista,  a medio  camino  entre  la cultura francesa y la española, excede con mucho  los límites  que  la historiografía  tradicional  del arte  ha establecido: una obra convencionalmente ligada a la generación del 98 y por lo tanto  a la conocida  como  España  negra.  Críticos  como  Charles  Morice  o Arsène Alexandre, poetas como Rainer Maria Rilke, artistas como Émile Bernard o Auguste Rodin fueron algunos  de los que  a finales del siglo XIX y principios del pasado, consideraron la obra del pintor vasco como  un referente más  en el debate artístico  que conducía  a la modernidad. Siguiendo  esta línea, más desconocida en España, la exposición que presentamos pretende mostrar cómo  la producción artística de Ignacio Zuloaga combina  un profundo  sentido de la tradición  con una visión plenamente moderna, especialmente ligada al París de la Belle Époque  y al simbolismo que aprende en aquellos  años.
 
 
Ignacio Zuloaga. Retrato de Émile Bernard, 1897-1901

Ignacio Zuloaga. Parisienses (en St. Cloud), 1900

Fue a la luz de este París brillante y dinámico,  el anterior  a la contienda, centro del gusto artístico y literario, en el que Zuloaga brilló con una luz propia y reconocible, en un camino  paralelo  y comparable al de muchos de los mejores artistas del momento con los que  compartió, entre otros  aspectos, un gusto por lo elemental y lo auténtico y un interés por la temática de lo español. Sus colores oscuros y negros, sus pronunciados contornos, su amor por el dibujo, sus intensos retratos y sus paisajes tenebrosos y azulados, que servían para enmarcar a las gentes de la España profunda, entusiasmaban a su importante clientela, a las instituciones y desde luego a la crítica. Fueron éstos unos  años  que  tendrán un punto  y final en 1914,  no tanto  por la trayectoria del propio Zuloaga, que  una vez encontrada su propia voz y su lugar en el escenario internacional, seguirá trabajando dentro de unos  mismos planteamientos, sino porque el París y la Europa,  de antes y de después de la Gran Guerra serán completamente distintos.  Estamos en presencia de una etapa clave de la modernidad, en la que  se establece una frontera que dará lugar a la consolidación de un nuevo escenario: lo que entendemos como el mundo contemporáneo.  Siguiendo estas pautas, se ha dividido el recorrido  por la exposición en las siguientes secciones: Ignacio Zuloaga: sus  primeros años,  El París de Zuloaga, Zuloaga y sus  grandes amigos: Émile Bernard y Auguste Rodin, Zuloaga retratista, La mirada a España y Vuelta a las raíces.

Pablo Picasso. La Célestine (La femme à la taie) 1904

Émile Bernard. Paysage avec deux petites bretonnes et vache, 1892

Jacques-Émile Blanche. Retrato de Marcel Proust, 1892

Para poder  contar  esta historia la muestra incluye más  de 90 obras,  de Zuloaga y de otros  artistas como Pablo  Picasso, Henri de Toulouse-Lautrec, Giovanni Boldini, Jacques-Émile Blanche,  Auguste Rodin o Émile Bernard, que se presentan en diálogo y muestran las relaciones del pintor de Eíbar en el París de la Belle Époque así como  la influencia que su paso  por la capital francesa deja en su trabajo. También  se muestran varias de las obras  de la colección que  reunió  el propio Zuloaga en la que  destacan autores como  el Greco,  Zurbarán o Goya.











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