Oriol Pla y Pau Matas se unen para desarrollar un espectáculo que habla del teatro y, en concreto, de una familia teatral, con gran arraigo en Cataluña: los Pla-Solina. Travy llega por primera vez a Madrid y lo hace en castellano, tras un exitoso recorrido por el circuito escénico catalán para acercar al público madrileño a dos generaciones de una misma familia que confrontan sobre el escenario dos formas de hacer teatro: por un lado, el clown, el teatro folklórico y popular y, por otro, las formas post-dramáticas y metateatrales. La obra llega al escenario de la Sala José Luis Alonso del Teatro de la Abadía a partir del 16 de enero y hasta el 2 de febrero.
El elenco de la compañía está formado por Quimet Pla, fundador de la compañía de Teatro Els Comediants, y Núria Solina, violinista y fundadora de las compañías Picatrons y Circ Circ, Oriol Pla, (Yo, adicto, El día de mañana, Merlí), Diana Pla (Girasoles silvestres). Oriol Pla es además el director de la obra. Así que todo se queda en familia, una familia que ha acogido a Pau Matas, el coautor de la obra, como uno más, según aseguraba Nuria Solina durante la rueda de prensa de la presentación del espectáculo,
Pau Matas Nogué ha tomado la palabra para hablar de la diferencia existente entre las compañías de comediantes a la antigua usanza y la forma del artista actual: "La creación de Travy llevó un año y medio y en él hay una mezcla entre el alma de las compañías teatrales y la estructura de los trabajos por encargos. Aquí había un choque generacional con los padres, que son compañía de toda la vida, y nosotros, los hijos artistas, que somos freelance, al final "mercenarios", y queremos mayor libertad. Creo que el espectáculo habla de esto".
La obra cuenta la historia de dos payasos viejos con poca gracia. Dos hijos perdidos en sí mismos, la transgresión del arte y el éxito. Una familia de juglares que se entienden más poniéndose máscaras que mirándose a los ojos. Enzarzados en crear un espectáculo. ¿El último espectáculo?
En un punto en el que los veteranos de la compañía ya no tienen ideas para hacer espectáculos y donde la hija se rebela contra todas las formas artísticas heredadas, el hijo pequeño vuelve a casa para, volviendo a los orígenes, encontrar su discurso artístico y a sí mismo.
Ver trabajar a esta familia acostumbrada a moverse tanto en el escenario como en la calle, donde se formó en sus comienzos en los años de la contracultura catalana, es algo mágico. Se nota su complicidad, su costumbre, esa que hace que uno pueda acabar la frase de otro si es necesario y sobre todo se nota su oficio, ese que ha pasado de padres a hijos y les ha traído hasta nuestros días sin perder la frescura necesaria para emocionar al público.
Fotografías © Conchita Meléndez
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