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martes, 3 de septiembre de 2024

UNA TERAPIA INTEGRAL ALCANZA SU TERCERA TEMPORADA

 


Supongo que todos hemos sentido alguna vez la tentación de hacer nuestro propio pan, de hecho durante la pandemia uno de los electrodomésticos más vendidos fueron las panificadoras. Si, yo también caí. ¿Fue un ejercicio terapéutico? Pues es probable y eso es lo que nos vienen a contar los protagonistas de esta función, medio comedia, medio drama, que se sube al escenario del Teatro Fígaro en su tercera temporada, en la que  Llum Barrera se incorpora a un elenco de excepción que completan Antonio Molero, Angy Fernández y Raúl Peña.

Una obra escrita y dirigida por Cristina Clemente y Marc Angelet con cuatro intérpretes sobre las tablas que nos hará reflexionar sobre la necesidad de creer en algo que con mucha ironía trata el negocio de la felicidad.

Toni Roca lleva más de diez años impartiendo cursos para enseñar a hacer pan. Hay pocas plazas y bofetadas para apuntarse. Los alumnos que se inscriben saben que los cursos de Toni Roca son únicos, el método parte de una simple y curiosa premisa: “Para hacer un buen pan, no hace falta la mejor harina o la levadura más fresca, para hacer un buen pan solo es necesario estar bien con uno mismo”. Así de sencillo. Para Toni Roca: “Somos el pan que hacemos”.

Para acceder al taller, mediante un considerable pago, los candidatos deberán haber pasado por un sistema de selección que tendrá muy en cuenta el perfil psicológico de los candidatos. En esta ocasión los elegidos son personajes muy diversos, desde una pragmática y racionalista cardióloga bastante segura de sí misma a la que da vida Llum Barrera, a una lánguida y medrosa joven llena de inseguridades, un papel que borda Angy Fernández . El tercero en discordia interpretado por Raúl Peña es un joven millonario algo alocado. Todos ellos bajo el influjo del gurú del pan que no se lo pondrá nada fácil. 


A medida que avanza el texto iremos viendo como la elaboración del preciado alimento se convierte en un reflejo de las inseguridades y traumas de los aprendices. Mientras que el personaje de Antonio Molero aprovecha las debilidades de sus seguidores para su propio provecho, llegando incluso a la humillación, algo que hoy en día hemos podido ver con cierta frecuencia  en algunos concursos de televisión. La diferencia es que en esos concursos los participantes cobran y en esta seudoterapia encima  pagan por el vituperio. 

En definitiva la obra de Cristina Clemente y Marc Angelet, tiene mucho de crítica social, con momentos que invitan a la sonrisa pero no a la carcajada y es el retrato de una sociedad que parece que ha sustituido sus antiguas creencias, la religión, el psicoanálisis,  por algo nuevo y transitorio que nos ayude a encontrar sentido a nuestras vidas caóticas y en muchos casos faltas de expectativas, aunque ese algo sea totalmente descabellado.


Fotografías: © Conchita Meléndez


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