Joaquín Sorolla. ¡Al agua!, 1908
En el transcurso del siglo XIX al
XX, el Mediterráneo como espacio geográfico, pero también como cultura, como
paisaje y como idea, llegó alcanzar un
protagonismo inédito hasta ese momento en Europa. La Fundación Mapfre ha
reunido por primera vez en una exposición a todos aquellos artistas que desde
distintos países, y a pesar de su aparente heterogeneidad, hicieron del
Mediterráneo el eje central de sus obras.
La exposición que podrá verse en
la Sala Recoletos de Madrid desde el 10 de octubre hasta el 13 de enero de
2019, reúne 138 obras de 41 artistas entre los que se encuentran figuras tan
destacadas como Sorolla, Joaquim Sunyer, Anglada Camarasa, Monet, Giorgio de
Chirico, Matisse o Picasso.
Joaquím Mir. Decoración de la Casa Trinxet [fragmento], 1903
La exposición quiere hacer un
recorrido por aquella pintura que, con sus distintas peculiaridades, convirtió,
durante aquel período, el Mediterráneo en motor
de renovación del arte. Un modo de reconciliar el pasado con un presente
cambiante y lleno de contradicciones, en nombre de un clasicismo que se
inscribe por derecho propio en la modernidad. De un modo u otro, los artistas
presentes en la muestra adoptaron el Mediterráneo, sus aguas, su luz y su
cultura como uno de los motivos principales de sus composiciones, marcando un
momento decisivo dentro de la evolución del arte y deleitándose en un instante
de armonía, de paz y de belleza en el curso de las tantas veces atormentada
historia del arte moderno.
Giorgio de Chirico. Las musas de vacaciones, 1927
La muestra que está articulada en
seis secciones se abre con España, donde el motivo del Mediterráneo es utilizado
de modo natural. Los pintores que viven en la costa tratan el tema como lo que
es para ellos: un espacio en el que estar, pasear, jugar, comer, bañarse o
reflejar sus luces y colores, es decir que lo ven como un lugar para el trabajo
y a su vez también un lugar para el placer. Podemos observarlo especialmente en
las pinturas de los artistas del litoral valenciano, como Joaquín Sorolla,
Cecilio Pla o Ignacio Pinazo. Para otros, como aquellos que representan el
movimiento noucentisme de Cataluña,
con Joaquín Torres-García, Togores y Joaquim Sunyer a la cabeza, significa
además una seña de identidad, creando incluso un ideario y una imagen nacional
basada en paisajes tranquilos y equilibrados, símbolos de una catalanidad que
busca en la tierra y, por lo tanto, en la cultura mediterránea su razón de ser.
Joaquím Sunyer. La primavera, 1915
Ajenas a esa búsqueda
identitaria, pero también fascinados por el paisaje mediterráneo, en este caso
de las islas, Joaquín Mir y Anglada Camarasa encuentran en Mallorca un marco en
el que reflejar un universo propio, casi mítico, donde los colores y la luz
transforman sus obras creando pequeños mundos protagonizados por la naturaleza.
Del mismo modo las obras de
Giorgio de Chirico, Alberto Savinio, Carlo Carrá y Massimo Campigli parecen
inherentes a la cultura mediterránea. Más allá del tema o de la escena que
representan, está la idea que cada uno de estos artistas traslada a sus
pinturas, como si se tratara de recuperar un pasado mítico que por derecho
propio les pertenece.
Henri Matisse. Figura con sombrilla, 1905
En Francia el Mediterráneo se
redescubre sobre todo, como tema. Son muchos los pintores franceses que,
animados por las posibilidades que brindan las nuevas líneas de ferrocarril, se
dirigen al Midi en busca de nuevas fuentes de inspiración, fascinados por la
luz y los colores del mar. De este modo el sur de Francia que durante mucho
tiempo fue una mera etapa en el camino de Roma, se convierte ahora en el
destino de Cézanne, Van Gogh, Matisse, Bonnard o Renoir.
Vincent van Gogh. Las caravanas, campamento gitano cerca de Arlés, 1888
Por supuesto en esta cuidada
selección de autores no podía faltar Picaso porque ¿Quién sino Picasso es la
encarnación de este Mediterráneo real, soñado, quimérico o mítico? El
Mediterráneo es el centro de su creación incluso cuando el pintor se aleja de
ella. Y fue, sin duda, para reencontrarse con el Mediterráneo, con su luz y
también con la historia de la que es portador este mar matricial, por lo que
decidió instalarse junto a él después de
la guerra mundial. Es en ese período cuando el pintor recuperó la afición por
la Antigüedad que había marcado su
período de los años veinte, conocido como el de “la vuelta al orden”. La Antigüedad
resurgió no tanto en la indagación de las formas clásicas como en la
iconografía.
Pablo Picasso. Los pichones, Cannes, 1957
Con Picasso, si duda uno de los
más grandes pintores del siglo XX, se cierra el capítulo de una historia que
convirtió el Mediterráneo en el monumental taller de unos artistas que dejaron
huella duradera en el territorio con el que hoy se les identifica.
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