El 4 de octubre se abre al
público en la Biblioteca Nacional de España la exposición ¡Beatos, Mecachis y
Percebes! Miles de años de tebeos en la Biblioteca Nacional (podrá verse hasta el 13 de enero de 2019). La muestra
dibuja en tres pasos un baile de varios cientos de años. Empezando con los
Beatos, antepasados lejanos que iluminaron manuscritos o contaban historias en
tiras de vendaje de momia. Seguirán los Mecachis, ya más cercanos, olvidados
bisabuelos que vivieron la entrada del siglo XX desde sus ilustraciones para
prensa periódica. Y cierra con la popular familia de la Rue del Percebe.
La BNE vuelve su mirada una vez
más hacia el campo del cómic, ese tipo de publicación gráfica que en España
reivindicamos llamándola tebeo. En esta ocasión con una pequeña-gran
panorámica, que es en realidad un juego de relectura, una mirada ligera y sin
prejuicios que, con cierta irreverencia, convierte en tebeos miles de años de
historia.
Manuscritos medievales,
incunables xilográficos, libros calcográficos, prensa decimonónica… han sido
seleccionados con esta particular mirada a partir del amplio Patrimonio
Bibliográfico Español conservado en la BNE –disponible de manera creciente en la Biblioteca Digital Hispánica– además del
aporte de instituciones vecinas como el Museo ABC y el Museo Arqueológico
Nacional.
Remontarse hasta los orígenes de
la humanidad para buscar tebeos no es una idea nueva, de hecho aquí se
reivindica lo que fuera una intención frustrada en la que se conoce como la
primera exposición institucional en torno al cómic Bande dessinée et figuration
narrative, que tuvo lugar en 1967 en el ala del palacio del Louvre que ocupa el
Museo de Artes Decorativas.
Esta selección tiene también un fuerte componente arquitectónico, condicionado por la mirada de su responsable y guiada por la convicción de que las construcciones que se dibujan para contar historias son las mismas que se “dibujan” para vivir. Se convierte así la sala en una heterotopía, entendida como lugar de lugares, un espacio real donde se yuxtaponen espacios y relatos, que van desde una tumba egipcia a un peculiar edificio marcado con el número 13.
Beatos, mecachis y percebes, una
familia inventada que se remonta a los orígenes de la humanidad, tres nombres
sonoros en la tradición más pura del tebeo, tres personajes para un recorrido
gráfico que muestra una manera de contar que siempre nos ha acompañado... y de
paso enseñan que la BNE siempre ha sido una casa del tebeo.
El primer paso del recorrido se
construye en torno a un halo de misterio que abarca miles de años. Los Beatos,
decenas de códices manuscritos copias del Comentarios al Apocalipsis del Beato
de Liébana, aquí pasan a denominar todo un pasado lejano, apenas recuperado de
la pérdida en el tiempo.
Estos beatos, antepasados sin
rostro, no solo viven más cerca del mito y la religión, sino que son los
últimos que conocieron un mundo sin fotografía, y esto es importante, ya que
después de la presentación del invento de Daguerre en 1839, la visión nunca
sería la misma.
Se narra a través de imágenes y
estructuras gráficas que beben directamente del entorno construido y con ellos
se asiste al nacimiento del libro, la progresiva democratización de palabra e
imagen y la pugna entre ellas para contar historias.
Los mecachis, en honor al
brillante dibujante Eduardo Sáenz Hermúa, que vivió tras ese apodo, son
aquellos antepasados que no se conocen hoy en persona, pero que ya vivieron el
principio de nuestro mundo: la urbe industrial, la democratización de la
imagen, la llegada de los medios de masas, el inicio del cómic en su concepción
contemporánea, la aparición de la fotografía... el nacimiento de la imagen
técnica.
Es tiempo de pioneros que ensayan
nuevos modos desde los principales países industrializados, con Francia e
Inglaterra al frente y sus capitales como ejemplo. Con la ubicuidad de la
económica imagen litográfica nace una nueva prensa, y con ella la conciencia
del poder del mensaje multiplicado.
Las páginas gráficas, y sus
autores, crecen en alcance y reconocimiento. Reflejan al instante la escala y
condiciones de la nueva ciudad, a la vez que exploran formatos inéditos, como
libros enteramente dibujados.
Y, finalmente, los percebes, un
homenaje directo a Francisco Ibáñez y el edificio que se convirtió en retrato
de varias generaciones: 13, Rue del Percebe. Ellos sirven para hablar de la
familia más cercana, en un concepto de generación amplio que incluye a abuelos,
padres y nietos, a aquellas personas con las que se puede convivir aunque sea
brevemente. Abarca así el siglo XX hasta la actualidad y se convierten en una
amplia acepción de lo contemporáneo.
Aquí es donde existe el núcleo de
un universo del cómic, crecientemente inabarcable en todas sus variables, desde
el manga a la llamada novela gráfica, desde el álbum franco belga a una grapa
de quiosco.
Son varios pasos, el primero para reivindicar una vanguardia, el
Isotipo, eslabón perdido en la relación entre imagen, palabra y la compresión
narrada del mundo. Para finalizar con el mundo del tebeo clásico y las distintas
apuestas de la contemporaneidad de estas casas de tebeo.
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