Paseo del Prado 8. MADRID
Del 17 de octubre de 2017 al 21 de enero de 2018
Como parte de la celebración de su 25 aniversario el Museo
Thyssen-Bornemisza presenta Picasso/Lautrec, la
primera exposición monográfica
dedicada a la comparación de estos dos grandes maestros de la modernidad.
Aunque su relación artística ha sido reiteradamente establecida por la
literatura y la crítica contemporánea esta es la primera vez que se confronta
la obra de ambos en una muestra. La exposición plantea además nuevos puntos de
vista de esta apasionante relación, pues no se limita al tópico del joven
Picasso admirador de Lautrec en Barcelona y sus primeros años en París, sino que
ha rastreado la pervivencia de esa huella a lo largo de la dilatada trayectoria
del artista español, abarcando también su periodo
A pesar de la admiración que el
pintor malagueño sentía por el trabajo de su colega francés, Henri de
Toulouse-Lautrec y Pablo Picasso
nunca se conocieron. Cuando Picasso visitó París por primera vez, en octubre de
1900, Lautrec ya estaba muy enfermo y moriría prematuramente un año después.
Sin embargo, la obra radical de Lautrec, su modo de percibir la modernidad,
produjo un impacto muy potente en el joven Picasso. A través de él descubrió el
pluralismo de la sociedad moderna que condicionó su manera de entender el arte.
La carrera artística de Lautrec
apenas duró quince años, la de Picasso sin embargo más de siete décadas. Entre
ambos existía una gran analogía, los dos
fueron genios artísticos desde la infancia, ambos se sintieron atraídos por
París en su juventud, rechazaron la enseñanza académica que les impusieron y bebieron
sucesivamente en parecidas fuentes históricas, como por ejemplo las de los
franceses Ingres o Degas, o también la de El Greco, cuyo arte ejerció una gran
influencia en ellos. Pero sobre todo, el dominio del dibujo sería una de las
claves que daría sentido a la obra de ambos. Tanto Lautrec como Picasso
dibujaron compulsivamente toda su vida, tenían una predisposición especial para
la línea y la caricatura y, desde muy jóvenes, rellenaron con extraordinaria
destreza centenares de cuadernos con sus
dibujos. Cualquier nueva obra venía precedida de innumerables ensayos y
experimentaciones en papel.
Dividida en cinco apartados
temáticos que enlazan simbólica y formalmente los mundos de ambos artistas, la
exposición reúne más de un centenar de obras, procedentes de unas sesenta
colecciones públicas y privadas de todo el mundo, organizadas en torno a los
temas que interesaron a ambos artistas: los retratos caricaturescos, el mundo
nocturno de los cafés, cabarets, teatros, la cruda realidad de los seres
marginales, el espectáculo del circo o el universo erótico de los burdeles.
Lautrec entendió enseguida las
extraordinarias cualidades de la caricatura para explorar la personalidad de
sus modelos. Él mismo realizó numerosas caricaturas de su persona y explotó su
inusual aspecto. Picasso también utilizaría la caricatura para experimentar con
su imagen en Autorretrato con
chistera (1901), donde
un trasfondo de prostitutas emula el ambiente nocturno de
las obras de Lautrec.
Tanto Picasso como Lautrec
desarrollaron una curiosidad insaciable por los excesos de la noche parisiense.
Pablo Picasso En El Moulin Rouge (1901) exagera las siluetas incrementando el
aspecto caricaturesco y la visión satírica de las relaciones sexuales en los
reservados de los cafés. Mientras Lautrec refleja con mordacidad las escenas de
los bares de Montmartre, dejando un repertorio inigualable de imágenes de
ambiente marginal y bohemio.
El mundo del circo, habitado por
jinetes, clowns, saltimbanquis o acróbatas, fue también algo que interesó a los dos
artistas por igual ya que estuvo muy
presente en la imaginación de Picasso y Toulouse-Lautrec. La atracción por el
lado lúdico y espontáneo del circo, por
su magia visual, iba
además acompañada de una identificación con el arlequín o el
clown, seres marginales que ambos
veían semejantes a la figura del artista
en la sociedad moderna.
La prostitución
fue uno de los asuntos
que enlazó más estrechamente a
Picasso con Lautrec. Sin
embargo, el punto
de vista empático del francés
está muy alejado de la mirada erótica y
a veces pornográfica de Picasso. Este tema se ha recogido en dos
de los apartados de la exposición: Ellas y Eros recóndito.
Influido por los desnudos que
Degas presenta en la última exposición de los impresionistas en 1886, Lautrec
realiza varias obras con la misma temática pero
con unas resonancias
eróticas más simbólicas
y delicadas, como Desnudo de pelirroja agachada, de 1897,
o La cama, de 1898, una de sus últimas pinturas sobre prostitución. Picasso,
sin embargo, abordó los temas sexuales
con un erotismo más carnal y, en ocasiones, violento.
La muestra está comisariada por el
profesor Francisco Calvo Serraller,
catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, y
Paloma Alarcó, jefe
de conservación de
Pintura Moderna del Museo
Thyssen-Bornemisza.
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