El Palacio de Gaviria, en colaboración
con Arthemisia, abrirá al público el próximo día 5 de octubre una retrospectiva
dedicada a la figura de Tamara de Lempicka. Comisariado por la experta Gioia
Mori —quien ha dedicado una década al estudio de la artista polaca—, este
proyecto expositivo recorre la trayectoria de la "Reina del Art
Decó". La labor de la comisaria ha contribuido a arrojar luz sobre la gran
dimensión artística de Lempicka y a reconstruir los aspectos más desconocidos
de su biografía.
La retrospectiva, que incluye en
torno a 200 piezas procedentes de más de 40 colecciones privadas, museos y
prestatarios, podrá visitarse en Madrid hasta el 24 de febrero de 2019.
Tamara de Lempicka (Polonia, 1898
– México, 1980) desarrolló un estilo característico de la época, marcada por la
estética de los años 20 con sus motivos geométricos, colores brillantes y
formas rotundas. El art decó, un estilo clásico, simétrico y rectilíneo que
alcanzó su mayor apogeo entre 1925 y 1935, hundía sus raíces en movimientos
anteriores como el cubismo y el futurismo, así como la influencia de la
Bauhaus. Lempicka fue una de sus representantes más destacadas en el ámbito de
las artes plásticas, para las que planteó toda una revolución. “Entre cientos
de pinturas, reconocerías las mías”, afirmaba la artista, “mi objetivo era: no
copiar, crear un nuevo estilo… con colores luminosos y brillantes, recuperando
a la elegancia a través mis modelos”.
Tamara de Lempicka fue una mujer que
se construyó a sí misma, para lo que no dudo en mentir sobre sus orígenes,
durante mucho tiempo sostuvo que había nacido en Moscú en 1902. No está muy
claro si lo hizo para ocultar sus antepasados judíos o si lo hizo porque la
nacionalidad rusa le confería un carácter más noble y sofisticado, que
construía un halo de misterio a su alrededor. Tamara era una mujer hermosa,
inalcanzable y caprichosa, una auténtica diva, pero a la vez fascinante y
misteriosa, símbolo de la emancipación femenina y de un siglo cambiante y
revolucionario.
De Lempicka comenzó su carrera
como diseñadora de sombreros y complementos para algunas casas de moda. Allí,
como más tarde en sus obras y desde luego en su aspecto personal, desarrolló un
sentimiento de cuidado por los detalles, los guantes al maquillaje,
las joyas o el rubio y rizado cabello, la convirtieron en un icono de los
salones mundanos y las damas de la época. Una mujer elegante, siempre
seductora, atenta a su imagen, que sin duda no pasó desapercibida en las fiestas
fastuosas, en las que gastó toda su fortuna.
Las mujeres retratadas en sus
pinturas son un emblema de la emancipación de la mujer, de su fuerza y su
independencia, pero también de su capacidad seductora. De Lempicka conocía muy bien a las mujeres que retrataba,
de hecho llegó a mantener relaciones con varias de ellas, como la modelo
Rafaela y la duquesa Marika de La Salle, que posó para ella varias veces. Pero
también jugó con la ambigüedad de escenas lésbicas y reuniones mundanas en las
que las protagonistas eran prostitutas elegantes de los salones más
sofisticados. Mujeres sensuales, desnudas o vestidas solamente con ropa
interior de seda roja, acariciándose unas a otras y derramándose en el sofá o
la cama. Escenas, eróticas, íntimas y familiares iluminadas por una luz dura y
directa, que involucran al espectador.
En los últimos años su arte se
resintió por su complicada personalidad, las formas se vuelven más abstractas y
los protagonistas se convierten en los enormes rascacielos estadounidenses. Usa
la espátula y deja el pincel. Estas últimas son obras devocionales en las que
retrata iconos sagrados como actores teatrales. Una elección final, entre lo
sagrado y lo profano, vinculada a un momento de profunda depresión, pero sobre
todo vinculada a los difíciles años treinta. Obras que alimentan el misterio de
esta mujer, excéntrica y con un inmenso deseo de vivir, cualidades que la
convierten en la intérprete perfecta de su tiempo.
Esta será la primera exposición
retrospectiva dedicada a Lempicka en Madrid. Además, en cierta manera,
constituye su vuelta a España después de un épico viaje que la artista realizó
en 1932 a nuestro país y que tuvo gran calado en su obra y en el mundo
artístico de la época. La muestra, que está despertando gran expectación en el
público desde que fue anunciada por Arthemisia, ha sido ya presentada por esta
empresa italiana de gestión cultural en otras sedes como el Palacio Real de
Milán (2006), La Pinacoteca de París (2013), el Palacio Chiablese de Turín (2015)
y el Palacio Forti de Verona (2015), todas ellas han cosechado notable éxito de
público y crítica. En Madrid podrá visitarse hasta el 24 de febrero de 2019.
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