FUNDACIÓN
MAPFRE
Paseo de
Recoletos, 23 MADRID
Del 28 de
Septiembre de 2017 al 7 de Enero de 2018
Ignacio Zuloaga. Retrato del artista con capa y sombrero, 1908
Ignacio Zuloaga había estudiado a los grandes maestros en el Prado y
sentía verdadera pasión por Claudio Coello, José Ribera, Velázquez, Goya y
sobre todo por el Greco. A los 18 años consiguió permiso de su padre para
trasladarse a estudiar a Roma con el poco dinero que le dio su madre a
escondidas. Pero Roma le decepcionó, no
estaba hecha para él. En las escuelas de arte
y los estudios de Vía Margutta y del Popolo triunfaba el frívolo y bien
pagado manierismo de los cuadros de
género al estilo Fortuny. No era lo que Zuloaga buscaba y solo y en la miseria
viajó y se instaló en París.
Ignacio Zuloaga. Mujer de Alcalá de Guadaíra, 1896
Ignacio Zuloaga. Celestina, 1906
La exposición que nos ofrece la Fundación Mapfre, comisiarada por
Leyre Bozal Chamorro y Pablo Jiménez
Burillo, muestra una nueva visión del pintor, cuya
obra, que en
gran parte se
desarrolla en el París
de cambio de
siglo, se encuentra en perfecta
sintonía con el mundo moderno en el que
se inscribe, tanto temática como
formalmente. Pues la pintura de este artista, a medio
camino entre la cultura francesa y la española, excede con
mucho los límites que la
historiografía tradicional del arte
ha establecido: una obra convencionalmente ligada a la generación del 98
y por lo tanto a la conocida como
España negra. Críticos
como Charles Morice
o Arsène Alexandre, poetas como Rainer Maria Rilke, artistas como Émile
Bernard o Auguste Rodin fueron algunos
de los que a finales del siglo
XIX y principios del pasado, consideraron la obra del pintor vasco como un referente más en el debate artístico que conducía
a la modernidad. Siguiendo esta
línea, más desconocida en España, la exposición que presentamos pretende
mostrar cómo la producción artística de
Ignacio Zuloaga combina un profundo sentido de la tradición con una visión plenamente moderna,
especialmente ligada al París de la Belle Époque y al simbolismo que aprende en aquellos años.
Ignacio Zuloaga. Retrato de Émile Bernard, 1897-1901
Ignacio Zuloaga. Parisienses (en St. Cloud), 1900
Fue a la luz de este París brillante y dinámico, el anterior
a la contienda, centro del gusto artístico y literario, en el que
Zuloaga brilló con una luz propia y reconocible, en un camino paralelo
y comparable al de muchos de los mejores artistas del momento con los
que compartió, entre otros aspectos, un gusto por lo elemental y lo
auténtico y un interés por la temática de lo español. Sus colores oscuros y
negros, sus pronunciados contornos, su amor por el dibujo, sus intensos
retratos y sus paisajes tenebrosos y azulados, que servían para enmarcar a las
gentes de la España profunda, entusiasmaban a su importante clientela, a las
instituciones y desde luego a la crítica. Fueron éstos unos años
que tendrán un punto y final en 1914, no tanto
por la trayectoria del propio Zuloaga, que una vez encontrada su propia voz y su lugar
en el escenario internacional, seguirá trabajando dentro de unos mismos planteamientos, sino porque el París y
la Europa, de antes y de después de la
Gran Guerra serán completamente distintos.
Estamos en presencia de una etapa clave de la modernidad, en la que se establece una frontera que dará lugar a la
consolidación de un nuevo escenario: lo que entendemos como el mundo contemporáneo. Siguiendo estas pautas, se ha dividido el
recorrido por la exposición en las
siguientes secciones: Ignacio Zuloaga: sus
primeros años, El París de
Zuloaga, Zuloaga y sus grandes amigos:
Émile Bernard y Auguste Rodin, Zuloaga retratista, La mirada a España y Vuelta
a las raíces.
Pablo Picasso. La Célestine (La femme à la taie) 1904
Émile Bernard. Paysage avec deux petites bretonnes et vache, 1892
Jacques-Émile Blanche. Retrato de Marcel Proust, 1892
Para poder contar esta historia la muestra incluye más de 90 obras,
de Zuloaga y de otros artistas
como Pablo Picasso, Henri de
Toulouse-Lautrec, Giovanni Boldini, Jacques-Émile Blanche, Auguste Rodin o Émile Bernard, que se presentan
en diálogo y muestran las relaciones del pintor de Eíbar en el París de la
Belle Époque así como la influencia que
su paso por la capital francesa deja en
su trabajo. También se muestran varias
de las obras de la colección que reunió
el propio Zuloaga en la que
destacan autores como el
Greco, Zurbarán o Goya.
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