Calle de Almadén 13, Madrid.
Desde el 7 de marzo al 16 de abril de 2019
Inauguración: Jueves 7 de Marzo a las 19:00 h
Urtzi Ibarguen recurre al fake,
que en este caso refiere a la “re-creación” arqueológica neutra, desde cero y
prescinde de la copia, la imitación o el remake al carecer de objeto/cosa al
que copiar, para desvelar, desde una perspectiva actual, lo que deben ser los
restos de algo que podría no tener pasado. Quizá ni siquiera presente.
Se trata, en principio, de una
arqueología sin historia o (rescato de nuevo a Derrida) de una huella que no
remite a una pisada originaria, sino que intenta mostrar que todo es una huella
de una huella de una huella y así hasta el infinito, es decir, sin origen
primero. Vestigios de una cultura contemporánea tiene precisamente como rasgo
singular la imposibilidad de encontrar referentes originales en su presencia
inmediata, por lo tanto, todo potencial principio es puesto en tela de juicio.
Me adentro en cavilaciones, como
el explorador en terra ignota, con un dardo marxista bien afilado que bien
pudiera haber atajado la sombría historia tardo capitalista que en su relación
con la tecnología venimos viviendo durante las últimas décadas; a saber: “La
naturaleza no construye máquinas, ni locomotoras, ni ferrocarriles, ni
telégrafos eléctricos. Son éstos, productos de la industria humana: material
natural, transformado en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza o de
su actuación en la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la
mano humana; fuerza objetivada del conocimiento.
Delegar en la tecnología para
sustituir la fuerza laboral humana y/o animal es algo hoy indiscutible; el
trabajo, al menos el manual, (incluso el de los artistas) tal y como lo
conocemos aquí y ahora, en la versión más ferozmente neoliberal que la caída
del muro de Berlín vino a acentuar, está condenado a desaparecer.
Efectivamente, en la obra de
Urtzi Ibarguen no hay acción antrópica física-manual, utiliza el ordenador de
forma irónica como un espejo que refleja aquello en lo que nos hemos convertido
a lo largo de todos estos siglos de proyecto humanístico: datos. Eso es; no más
que referentes simbólicos de nuestra apariencia que el artista utiliza a modo
de cimientos para construir otra identidad que se adapte a los paradigmas de
una nueva etapa histórica caracterizada por una brutal transformación
tecno-económica y una conceptualización de la sociedad en sí misma como una red
uniforme y no como un conjunto heterogéneo de subjetividades.
Es, en definitiva, la obra de
Urtzi un producto de radical imaginación socio-política y una llamada a
inventar el futuro antes de que se nos implante. Son piezas pequeñas que bien
dispuestas puedan erigir catedrales orientadas a las utopías civilizatorias de
la modernidad, que proclamen un tiempo por venir común y sin dioses, un
“sindios” constructivo como consumación de un pueblo redimido primero, liberado
después y reivindicado ahora.
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